domingo, 5 de junio de 2011

Vale por el sueño de una noche de verano.
Vale por la primera lágrima de una carcajada desternillante.
Vale por un: eres todo y más.
Vale por una lámpara de luz taciturna.
Vale por un te quiero susurrado al oído.
Vale por una de esas tardes en las que no quieres hacer nada.
Vale por una compañía perfecta.
Vale por una dosis severa de azúcar.
Vale por un trocito de Sol ardiente.
Vale por sabor del primer beso.
Vale por la emoción al escuchar tu canción favorita.
Vale por un solo día siendo tú.

Solo canjeable en tiendas especializadas, no se admiten devoluciones ni cambios imprevistos.
De regalo una sonrisa, tres globos y un siempre jamás.

Lo prometo

Prometo hacerte feliz. Prometo ser, estar y parecer. Prometo recordar cada uno de los momentos buenos. Prometo olvidar todos los malos. Por mucho que duela hasta intentarlo. Prometo no mirar hacia atrás, que ya dolió bastante. Prometo no derramar ni una mísera lágrima si te vas. Por mucho que tu ausencia insípida se sienta como si mi alma desapareciera. Prometo ser siempre joven. Prometo existir. Ser mejor que nadie y peor que tú. Darlo todo y más. Prometo seguir subsistiendo conmigo. Aún que nunca me haya tragado.

Pero nunca te prometeré ser mejor. No te daré noches de estrellas caídas del cielo. Serán simples, solitarias y frías. Nunca será perfecto, nadie pidió que lo fuera. Será difícil y pesado. Único e inolvidable. Será todo lo que quieras que sea. Porque yo no prometo nada.

Una mirada que...

Noticia. Muere ella y su agonía. Sus penas instaladas entre la razón y el sentido común. Desapareció aquella sonrisa. Con ella los enamoradizos ojos que se prendaron de tantos otros. Fallecen los sentimientos que se mudaron a los barrios marginales del corazón. Dónde las palizas eran tan constantes como las propias hostias de la vida. Recordaremos algo, como que suave tenía siempre el pelo. También si realmente se lo merecía. Juzgaremos sus actos. Divinos hechos que quedarán a fuego en nuestra cabeza. Dulce agua tibia el tiempo que logrará apagarlo. Nos desharemos de sus errores. Los enmendaremos a base de añorarla de boquilla. Se secarán las lágrimas al cruzar el umbral del hogar. Dónde los comentarios quedarán en leves susurros. En aquellas cenas que homenajearán la hipocresía. Porque ella no está para juntar todas las partes de este puzzle de mil y una piezas. No lograremos perdonarla del todo por haber dejado aquellas manchas de sangre en las toallas. Con lo que cuesta quitarlas. Allí quedará la taza en la que tantas mañanas ahogó sus lamentos junto al café. Muriendo en el amargo líquido las preguntas que esperó responder. Ni siquiera miraremos más su foto. Esa que coge polvo al fondo de una estantería de último modelo. Muchas velas gastadas. Esperando una oración de consuelo. Un perdón sincero. Una mirada que, aún que tarde, intente salvarle la vida

jueves, 2 de junio de 2011

.Distante

Lloras de impotencia, no puedes hacer nada. Solo lloras. Con esas lagrimas no solucionas nada, ¿lo sabes? Sigues llorando. Te enciendes un cigarro. Tiemblas de impotencia, con los ojos rojos y la cara llena de lagrimas. Ya no sabes que hacer y sigues llorando. Te abrazan, aun peor. En tu mente aparecen esas imágenes una y otra vez, como si hubieras apretado le botón de replay en tu cabeza. Se te caen las lágrimas sin esfuerzo. Le das una calada al cigarro. Mira a la nada. Baja la cabeza. Caen las lagrimas encima de aquella foto. Recuerdas mil momentos. Te preguntan si estas bien. No dejas de llorar. ¡¿Piensas que después de todo puedo estar bien?!... Mira a la nada. Todo es tan distante...